sábado, 20 de noviembre de 2010

Benedicto XVI reconoce el uso del preservativo y así rehabilita, tras años de condena, a Juan Masiá Clavel SJ

Muchos han sido los teólogos perseguidos y castigados por afirmaciones sobre prácticas que estaban en la comunidad cristiana desde antaño, con sentido común, y que la reflexión coherente, científica y profesional sobre cuestiones de ética y bioética, les ha costado su puesto de trabajo, su credibilidad como teólogos y teólogas, su estigmatización pública, no solo por parte de fieles integristas incapaces de distinguir las materias opinables de los dogmas, sino por parte de los mismos prelados, que abanderaban "la doctrina" como inamovible, toda una, confundiendo así a la comunidad cristiana.

Eso es lo que se ha puesto en evidencia hoy con las últimas declaraciones del Papa Benedicto XVI aprobando el preservativo en determinados casos, a pesar de que hace dos años afirmó que no solo no servía para combatir el contagio del SIDA sino que contribuía a su extensión

. Parece mentira que por esta cuestión, ahora reconocida por el Papa, Juan Masiá, director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas hasta enero del 2006, cargo para el que fue designado tras la muerte del añorado Javier Gafo, fuera destituido por avalar el profiláctico.

El preservativo nació en el siglo XIX. Su uso se extendió rápidamente en el año 1880 (ver wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Preservativo ) como método contraceptivo, pero no fue hasta los años 80 del siglo XX, que obligó a una profunda revisión moral por ser uno de los elementos importantes en combatir el contagio del SIDA.

El Papa abre por primera vez al cambio la estructura monolítica construida en torno a las cuestiones morales, a pesar de que ya San Alfonso María de Ligorio, sembró el camino para el estudio riguroso de los cambios sociales que se producían en materia de Moral.
En ese camino, como promotores, "albañiles costructores de una carretera hacia la bioética evangélica" estuvieron teólogos como Bernard Haring, Marciano Vidal, Benjamín Forcano y por supuesto Juan Masiá, entre muchos otros.

Debemos recordar una vez más que en Bioética no hay dogmas, y que toda reflexión seria y meticulosa en este campo, debe ser respetada y oída, por lo que tiene de evangélica atendiendo a los Signos de los Tiempos. Una reflexión que acerca a todos al discernimiento moral a la luz del Evangelio y al servicio de una humanidad que busca respuestas éticas en un mundo cada vez más complejo.