domingo, 11 de abril de 2010

Bioética pag. 2

31 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (10. El pre-embrión: ni todavía persona, ni mera cosa)

Escrito por: apoyoajmc el 31 Ago 2009 - URL Permanente

Es un malentendido no reconocer alternativa entre los dos extremos siguientes: a) “idolatrar el ADN, personificando al pre-embrión; b) “cosificar” al pre-embrión, convirtiendo en rutinaria, o incluso comercializada, su manipulación. Como ha subrayado repetidamente J. R. Lacadena, estas dos exageraciones se están cometiendo a menudo.[7]

Lo dicho hasta aquí no obsta para que una bioeticista japonesa, preocupada por las mujeres donantes de óvulos para ser usados en técnicas de clonación, manifieste sus reservas ante posibles abusos. La doctora Semba, a pesar de no reconocer el comienzo de una nueva vida humana individual en el estadio de blastocisto y no objetar al uso responsable de pre-embriones excedentes de un proceso de fecundación in vitro (con tal de que haya el debido consentimiento y se observen las normativas que lo regulen), propone reconsiderar la normativa desde el punto de vista de las donantes.

Otra bioeticista, conocida profesora de teología moral, L. S. Cahill prefiere no polarizar los debates en la cuestión de si ha comenzado o no una nueva vida humana individual, ni en si se debe considerar al pre-embrión como persona o como cosa. Ella propone prolongar el debate sociopolítico y socioeconómico en torno a las nuevas biotecnologías.

En esa misma línea, para concluir, quisiera recordar las expresiones cuidadosas y matizadas con que se refería a estos temas P. Ricoeur. Se pregunta el hermeneuta francés si en los primeros estadios de la vida embrionaria, cuando aún no está claro si estamos ya ante un ser individual y personal, se pueden presentar situaciones conflictivas y delicadas a la hora de decidir sobre la interrupción de ese proceso. Ante la duda sobre si debemos tratar a ese embrión como persona o como cosa, podrían darse dos posturas extremas. Unos dirían que, desde el primerísimo momento de la fecundación, ya se da individualidad biológica y que, por tanto, exige un respeto absoluto. Otros dirían que todavía se está formando esa individualidad, pero aún no se da y, por tanto, no tenemos ninguna obligación de respeto para con el embrión. Parecen posturas opuestas, pero ambas coinciden, a juicio de Ricoeur, en no dejar lugar para lo que él llama actuación de la sabiduría práctica. Ésta atiende al doble aspecto de los datos científicos: por una parte, la importancia del programa genético; por otra, lo decisivo del desarrollo gradual hasta constituirse lo que podemos llamar estrictamente un individuo de la especie humana. Dentro de ese marco, la exigencia de respeto va creciendo gradualmente. Eso supuesto, la sabiduría práctica se preguntará qué es lo que, en el caso concreto, respeta más adecuadamente la vida y la persona humana.

Acerca del discutido uso de los embriones excedentes en la fecundación artificial dice Ricoeur: “La reticencia acerca de la manipulación de esos embriones sobrantes no se debe necesariamente a que insistamos en un derecho de esos embriones a la vida, sino que brota de una sabiduría práctica requerida por situaciones conflictivas, surgidas del deseo mismo de respetar todo lo relativo a la vida humana en un terreno en el que las dicotomías claras entre lo que es una persona y lo que es una cosa no están muy claras”. [8]Además, se apresura a añadir tres rasgos del ejercicio de esta sabiduría práctica: a) “Es prudente asegurarse de que posturas diversas coincidan en apoyarse en un mismo criterio de respeto”; b) la búsqueda del justo medio no debe convertirse simplemente en una especie de “arreglo por compromiso”; c) para evitar la arbitrariedad ayudará no adoptar el juicio de la sabiduría práctica a solas, sino con ayuda de otras personas.

7] Me remito a la página web del profesor Lacadena para precisar muchos detalles que aquí no me es posible tratar en pocas páginas: http://cerezo.pntic.mec.es/~jlacaden/presen00.html

[8] Soi même comme un autre, Seuil, Paris, 1995, p. 317-18



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29 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (9.Interrupciones del proceso de embarazo)

Escrito por: apoyoajmc el 29 Ago 2009 - URL Permanente

9.Interrupciones del proceso de embarazo

Es un malentendido no distinguir anticoncepción, intercepción e interrupción del embarazo. Cuando no se conocía la fecundación del óvulo por el espermatozoide, no era posible distinguir entre anticoncepción y aborto. Cuando se conoció, se pudo por primera vez distinguir entre impedir que comience la fecundación y destruir lo que ya ha comenzado. Los conocimientos más recientes sobre el proceso que va desde la fecundación a la anidación nos han hecho modificar el paradigma de pensamiento. Sin cambiar el criterio de proteger la vida desde el comienzo, los nuevos datos sobre el comienzo nos llevan a matizar más. Así como se pasó de no distinguir entre anticoncepción y aborto a comprender que hay que distinguirlos, ahora se ha pasado a reconocer una nueva zona entre ambos: la intercepción o interrupción del proceso durante las dos primeras semanas camino de la anidación. En ese ámbito se sitúan los problemas de la anticoncepción de emergencia, el dispositivo intrauterino o el manejo de los embriones en estadio pre-implantatorio, ya sea en programas de fecundación in vitro, de diagnóstico pre-implantacional o de investigación sobre células troncales.

Por lo que se refiere a los malentendidos acerca de la confusión entre anticoncepción y aborto, ya deberían estar superados hace mucho tiempo; pero en algunos ámbitos, por defectuosa formación moral, aún no se han disipado. La consecuencia es de pérdida de credibilidad hacia fuera de la iglesia y de excesivo rigorismo hacia dentro de ella. Ayudará recordar que en la encíclica de Juan Pablo II sobre la vida se afirma que “anticoncepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males específicamente distintos”[5]. No se incluye el tema de la contracepción en el quinto mandamiento. Es cierto que la encíclica hace una valoración negativa de la anticoncepción, pero distingue entre el aborto que se opone a la justicia, y la contracepción que podría vulnerar la expresión del amor conyugal. Es posible, por tanto, hacer una lectura más flexible: se rechaza un procedimiento en la medida en que, si y cuando vulnere la expresión de amor; queda al criterio responsable de la conciencia decidir si es o no es así en cada caso.[6]

[5] Evangelium vitae, n. 13

[6] Lo he tratado con más detalle en el epílogo de Bioética y Antropología, Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 2004, segunda edición, y en el capítulo 11 de La gratitud responsable, Bilbao, 2004



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28 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (8.¿Dos clases de pre-embriones?)

Escrito por: apoyoajmc el 28 Ago 2009 - URL Permanente

Es un malentendido llamar abreviadamente “clonación terapéutica” al uso de técnicas de clonación con finalidad no reproductiva, sino para fines de investigación o con expectativas terapéuticas.

Es discutible, tanto científica como éticamente, si hay diferencia entre un blastocisto resultante de un proceso de fecundación in vitro (procedente, por tanto, de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide) y un blastocisto producido mediante el procedimiento conocido con las siglas SCNT (somatic cell nuclear transfer), es decir, por transferencia del núcleo de una célula somática a un óvulo previamente desnucleado.

Desde el punto de vista de la posibilidad de que, tanto uno como otro, si se implantan en un útero, puedan dar lugar a que se constituya una nueva vida humana, se tiende a ignorar la diferencia entre ambos. Pero, antropológica y filosóficamente, el que el primero se haya producido en el marco de un proyecto de procreación humana asistida y el segundo en el contexto de un proyecto de investigación mediante cultivo de tejidos los hace, humanamente hablando, diferentes, aun cuando las consecuencias biológicas en términos de reproducción pudieran ser iguales.


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27 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (7.Técnicas de clonación ambivalentes)

Escrito por: apoyoajmc el 27 Ago 2009 - URL Permanente

Es un malentendido no distinguir entre el uso responsable y el uso irresponsable de las técnicas de transferencia nuclear y producción de pre-embriones por clonación. Sería muy cuestionable éticamente dejar que un embrión producido por técnica de clonación se desarrollase hasta el estadio de feto con el fin de extraer de él células para una finalidad terapéutica. Pero se puede justificar éticamente la manipulación responsable de un embrión en el estadio pre-implantatorio, con la finalidad de obtener de él células para una finalidad de investigación o de terapia.

Para evitar estas confusiones convendría distinguir entre dos maneras de argüir contra el uso de pre-embriones para la obtención de células troncales con miras a sus resultados en medicina regenerativa. Una es la manera de argumentar que usan quienes valoran al blastocisto como persona. La otra es la de quienes argumentan que, aunque no lo sea, hay razones para admitir una cierta exigencia de respeto, aunque no sea incondicional. Esta última postura aduce, entre otras razones, la tendencia creciente a cosificar y comercializar lo relacionado con la vida. Pero una cosa es insistir en dicho respeto y otra cosa es mantener que no sea aceptable moralmente ningún uso de pre-embriones basándose en la premisa de que hay ya una persona presente en el estadio de blastocisto.


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26 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (6.¿Sacrificar o donar?)

Escrito por: apoyoajmc el 26 Ago 2009 - URL Permanente

Lo dicho acerca de la diferencia entre eliminar y seleccionar, vale para no confundir la donación con el sacrificio. Es un malentendido hablar de “sacrificio de vidas humanas para salvar otras” para referirse a la selección de pre-embriones con miras a una futura donación de células genéticamente compatibles. Leemos en el mismo reportaje citado que la selección embrionaria con finalidad terapéutica se compara a “sacrificar un cuerpo humano” y a “matar a un hermano para salvar a otro”. Son expresiones igualmente exageradas que hacen un flaco favor a la postura defensora de la vida que pretenden apoyar.

Otra cosa es que puedan tenerse reservas acerca de la extensión rutinaria de esta práctica y de los abusos que, si no se guardan las debidas condiciones, podrían ocurrir. Pero, como siempre que se acude al famoso argumento de la “pendiente resbaladiza”, las posibles consecuencias que pudieran derivarse del abuso de una determinada práctica no sirven para probar que sea en sí misma rechazable.

En un tema tan debatido como es el del estatuto del embrión humano en sus primerísimas fases, podemos encontrar hasta más de cuatro posturas divergentes dentro de una misma línea central en la teología católica. Por ejemplo: a) quienes rechazan cualquier manipulación del embrión pre-implantatorio por considerar que ha comenzado ya en ese estadio la persona, b) quienes, en la duda de si ha comenzado o no, optan por la postura prudencial de protegerlo, c) quienes admiten esa manipulación por no considerar que ha comenzado la persona antes de la implantación, d) quienes, independientemente de si ha comenzado o no y sin entrar en el debate de esa cuestión, a la vez que admiten con ciertas condiciones la experimentación con embriones preimplantatorios, tienen reservas hacia ello por otras razones de índole socio-política, socio-económica o socio-cultural.[4]

Ante esta gama de posturas variadas parece prudente insistir en que, aunque no se pueda tratar al embrión pre-implantatorio como una realidad personal, tampoco se le puede tratar como una cosa, mero objeto de propiedad. Es una forma de vida humana en vías de constituirse como persona y encaminada a serlo, si ese proceso sigue adelante normalmente. Merece un respeto particular, no meramente por lo que es, sino por lo que está orientado a ser. Pero ese respeto no llega al grado de exigencias que planteará después en fases posteriores.



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24 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (5.¿Eliminar o seleccionar?)

Escrito por: apoyoajmc el 24 Ago 2009 - URL Permanente

Seleccionar es un término neutro. Eliminar es un término cargado ya de negatividad valorativa. Santo Tomás distinguía entre la mentira (mendacium) y la ocultación de la verdad cuando no estamos obligados a decirla (falsiloquium). Dentro de la moral más tradicional se reconocía que, ante un embarazo ectópico, se presentaba la situación ineludible de interrumpirlo. En lugar de decir que en ese caso se permite el aborto, es más correcto, tanto lingüística como éticamente, decir que no debe llamarse aborto a esa interrupción del embarazo. En efecto, la palabra aborto connota ya la negatividad valorativa: una interrupción injusta e inadmisible del embarazo que violase la dignidad del feto. No es ese el caso.

Con un criterio semejante, habrá que evitar los términos de “matanza”, “homicidio” etc., al referirse a la destrucción justificada de un embrión en estadio pre-implantatorio. Es un malentendido llamar “matanza selectiva” a la selección genética de pre-embriones para evitar una discapacidad. En un reportaje de El País (12-II-05) se atribuye a un portavoz eclesiástico la opinión de que la selección embrionaria es como “tirar a la papelera” seres humanos que serían presuntamente “hermanos, con derecho a la vida”, sacrificados a favor del embrión “criado en la probeta”. Son expresiones científicamente inexactas, éticamente incorrectas y estéticamente de mal gusto.

Al mismo tiempo que evitamos estos excesos, hemos de ser conscientes del peligro de discriminación selectiva, en una sociedad que minusvalora las discapacidades y las dependencias. Sin llegar al extremo de las formulaciones exageradas que acabamos de criticar, se podrá denunciar la tendencia a convertir lo excepcional en habitual y a seguir criterios puramente utilitaristas en la valoración de la vida humana. Precisamente para que no pierdan credibilidad estas denuncias, hay que evitar las afirmaciones citadas.



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23 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (4.Los genes y el medio)

Escrito por: apoyoajmc el 23 Ago 2009 - URL Permanente

Está, por desgracia, muy extendida la imagen que confunde los genes con la chistera del prestidigitador, de la que salen pañuelos, cartas, etc., porque estaban “precontenidos en ella”. A veces, en charlas de divulgación, se pueden escuchar entre las preguntas del público expresiones que denotan lo extendido de esta concepción. Por ejemplo, preguntaba alguien “si hay un gen de la locura, o de la inteligencia o de la habilidad musical”.

Una cosa es tener instrucciones y planos para construir un aparato con los materiales que se encuentran en un determinado medio y otra cosa es tener ya dentro de una caja el aparato plegable y no necesitar más que desplegarlo. ¿Cuál de estos dos símiles nos serviría para referirnos a los genes? Gracia los situaría a mitad de camino entre ambas comparaciones: “La interpretación por el embrión en desarrollo de los mensajes contenidos en su ADN cae en alguna medida entre esas dos situaciones. Individuos de similares genotipos utilizarán básicamente las mismas materias primas, pero pueden incorporarlas en diversas proporciones, o, tomando señales de su medio, pueden resaltar más o menos distintos rasgos corporales. Los fenotipos resultantes pueden, por tanto, diferir considerablemente, a pesar de proceder de genotipos similares”.[3]

Por otra parte, el ejemplo más fácil de entender por todo el mundo sería el de los gemelos monocigóticos, con semejante identidad genética, pero fenotípicamente distintos.

[3] F. Mayor Zaragoza- C. Alonso Bedate (coords.), Gen-Ética, Ariel, Barcelona, 2003, p. 82



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22 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (3.¿Pre-embrión o embrión?)

Escrito por: apoyoajmc el 22 Ago 2009 - URL Permanente

Es un malentendido usar el término “embrión”confusamente, en vez de distinguir entre cigoto, mórula, blastocisto, embrión pre-implantatorio o pre-embrión, embrión implantado (tercera semana) y feto (octava semana). Algunos han sugerido los términos de “pro-embrión” o “para-embrión” para designar al embrión pre-implantatorio. Desde los años 80, tras el informe Warnock, se ha venido usando cada vez más el término de pre-embrión. La embriología nos dice que, una vez concluido el proceso de anidación en el endometrio uterino, desde el proceso de gastrulación (días 17 al 21) hasta el final de la octava semana tiene lugar un proceso de interacción entre el embrión y la madre, que es decisivo para la constitución de la nueva realidad humana. Se insiste igualmente en la continuidad de ese proceso, en el que es difícil trazar puntualmente líneas de demarcación.

Naturalmente, el que no se puedan trazar líneas divisorias netas no impide que social y legalmente se trate como puntual lo que sabemos que es un proceso continuo, así como no obsta para que éticamente se tracen por prudencia “líneas de seguridad”. Por ejemplo, el que una ley impida el enterramiento de un cadáver antes de las veinticuatro horas no significa que se considere la posibilidad de que aún esté vivo a las veintitrés. Ni la fecha de nacimiento en mi documento nacional de identidad significa que mi vida comenzara ese día; ya había comenzado meses antes en el seno materno. El que la persona se defina jurídicamente como sujeto de derechos a partir del nacimiento no niega la presencia de una realidad personal en sentido ético desde mucho antes, con la consiguiente exigencia de respeto. En el caso de la muerte encefálica se constata clínicamente la irreversibilidad y se firma el certificado de defunción. Ambos actos son tratamientos puntuales de lo que sabemos que no es puntual, sino procesual: ontológicamente hay que referirse al “proceso de morir”, en vez de hablar del “momento de la muerte”.

En el caso del proceso que va desde la fecundación hasta la constitución de la nueva realidad humana, supuesto que no es posible trazar una línea que defina el momento exacto de un comienzo, parece razonable la postura prudencial que traza dos “líneas de seguridad”: ni antes de los catorce días, ni después de la octava semana. Pero sabiendo que, al hacerlo así, estamos tratando puntualmente lo que no es puntual. Como la cuestión es delicada y se presta a malentendidos, aclarémoslo con una comparación.

Supongamos que se están haciendo ejercicios de tiro en el marco de unas maniobras militares. Obviamente se delimita una zona a la que se prohíbe el acceso, para evitar posibles accidentes. Se ha calculado el alcance de los disparos y se ha previsto la posibilidad de que una bala perdida pueda llegar hasta, por ejemplo, el kilómetro quince, aproximadamente. Pero las normas no se formulan en términos aproximados. Tras la correspondiente deliberación, se ha decidido poner el letrero de “prohibido el paso” a partir del kilómetro veinte. Lo han hecho así para dejar un margen de seguridad. Evidentemente, nadie pensará que un centímetro antes del kilómetro veinte pueden alcanzar las balas. La ley ha tratado puntualmente lo que sabe que no es puntual y ha demarcado una zona de seguridad.

Pero sigamos suponiendo. Un vehículo se detiene ante el letrero que impide el paso. Cuando se dispone a dar media vuelta, el conductor ve a lo lejos que un niño pequeño ha entrado en la zona prohibida y, tirando de su perro, camina en dirección al lugar de las maniobras. El niño se va acercando al kilómetro diecinueve y no oye la voz que le avisa para que regrese. El conductor del vehículo pisa el acelerador y se introduce en la zona prohibida, alcanza al niño cuando éste ya se encontraba más allá del kilómetro diecinueve, lo sube a su coche y regresa con él a salvo. El criterio ético ha ido más allá de las prescripciones y ha decidido ante la situación, porque tenía razón suficiente para saltarse la normativa. Si aplicamos este ejemplo al pre-embrión se podrán deshacer malentendidos. Si una normativa define los catorce días como plazo para la experimentación investigadora, hecha razonable, responsable y controladamente, nadie deducirá que comienza una realidad nueva a partir del día quince, ni negará que el proceso va encaminado hacia ella desde antes.



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21 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (2. “Momento” de la fecundación y proceso de concebir)

Escrito por: apoyoajmc el 21 Ago 2009 - URL Permanente

2.“Momento” de la fecundación y proceso de concebir

El llamado momento de la fecundación es un proceso que dura más de veinte horas. Concebir es el infinitivo de un verbo que se refiere a la acción de recibir en el seno a un óvulo fecundado que, tras la diferenciación celular, comienza un proceso de intercambio entre el embrión y la madre, encaminado a la constitución de un nuevo ser durante las semanas siguientes.

Precisando aún más, no es lo mismo referirse con el término “nueva vida humana” a un óvulo fecundado, a un embrión pre-implantatorio o a una realidad personal ya constituída. Para tratar con exactitud sobre la ontogénesis humana, habrá que distinguir cuidadosamente: a) el cigoto, como una nueva vida naciente, diferente de las células que dieron lugar a él; es nueva vida específicamente humana, aunque con la debida matización de que es problemática la especificidad en las primerísimas fases; b) un nuevo organismo individual perteneciente a la especie humana; c) un nuevo ser personal, en el sentido estricto de la palabra, con “suficiencia constitucional”, para expresarlo con la terminología de Zubiri. “La constitución de una realidad biológica nueva y autónoma, precisa Gracia, es un proceso que requiere la interacción de informaciones muy distintas, en un espacio determinado y a lo largo de un cierto tiempo. El período embrionario es el tiempo de interacción de todo ese complejo conjunto de informaciones”.[2]

Para clarificar malentendidos, ayudaría distinguir entre los procesos de diferenciación, desarrollo y crecimiento. La etapa que va desde los inicios de la fecundación hasta la anidación es un proceso de diferenciación. La que va desde la anidación hasta aproximadamente más allá de la octava semana es un proceso de desarrollo. La etapa siguiente hasta el nacimiento es un proceso de crecimiento. Aunque se puede afirmar que todo lo que se da en la tercera etapa estaba gestándose en la segunda, no se puede decir sin más que lo que se ha ido constituyendo en la segunda estaba ya, tal cual, precontenido en la primera.



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19 Ago 2009

Pre-embriones, embriones y fetos. (1.Vida, vida humana, individuo y persona)

Escrito por: apoyoajmc el 19 Ago 2009 - URL Permanente

1.Vida, vida humana, individuo y persona

Hay que deshacer el malentendido de usar confusa e indistintamente los términos “vida”, “vida humana” y “vida humana individual y personal”. Cuando se usa con ambigüedad la expresión “comienzo de la vida”, se engendran confusiones, por no quedar claro si se está uno refiriendo a la vida, en general, o la vida de la especie humana o a la realidad de una vida individual y personal. Un óvulo o un espermatozoide son, indudablemente materia viva, pero no son un individuo humano. Hoy nadie piensa como antiguamente que dentro del espermatozoide está encerrado, como en miniatura, lo que llamaban en latín un homunculus. Una célula somática, de la piel o de otra parte del cuerpo, mantenida en cultivo, es también materia viva; es, además, materia viva con las características genéticas de determinada especie e individuo, pero no es un individuo.

Un óvulo humano fecundado -en los estadios de cigoto, mórula o blastocisto- está en el comienzo de un proceso de diferenciación que, si sigue adelante, tras la anidación en el seno materno, podrá dar lugar a la consumación del proceso de constitución de una nueva realidad humana individual y personal. D. Gracia lo ha formulado así: “Un embrión de ser humano está vivo, pero no es un ser humano ya constituido; tiene la posibilidad de serlo, pero no lo es aún. La posibilidad es ya mucho, supone poseer muchos factores que resultan necesarios para la constitución del nuevo ser, pero no todos”. [1]

La noción de individuo se usa científicamente para referirse a aquello que, si se fusiona con otra realidad o se fracciona, deja de ser lo que es. La noción de persona, en la que entra ya lo valorativo, es más filosófica y ética. Con ella nos referimos a la exigencia de respeto absoluto que se nos plantea ante la realidad dotada de dignidad inviolable.

[1] F. Mayor Zaragoza- C. Alonso Bedate (coords.), Gen-Ética, Ariel, Barcelona, 2003, p. 85



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