lunes, 19 de abril de 2010

¿MORAL DE DIALOGO O DE RECETAS? (2) Lo admirativo, lo imperativo, lo interrogativo

Capítulo tercero:


¿MORAL DE DIALOGO O DE RECETAS?


1. ¿Moral de preguntas o de respuestas?

2. Lo admirativo, lo imperativo, lo interrogativo

3. El doble lenguaje del Nuevo Catecismo

4. El doble lenguaje de la encíclica Veritatis splendor

5. Hacia una moral esperanzada y esperanzadora.


2. Lo admirativo, lo imperativo, lo interrogativo


A esta moral creativa, a la que me acabo de referir, se la puede llamar también moral interrogativa, como consta en el título de estas reflexiones. Siempre habrá quien piense que una moral de sólo interrogaciones parece insuficiente. Aunque tenga ventajas sobre la moral de normas y principios, a algunos les sabrá a poco el limitarse a preguntar y buscar. Recogiendo la parte de peso de esta objeción, y para contrarrestar la excesiva oposición hecha en otros lugares de estas páginas, entre la moral interrogativa y la de respuestas, intentaré considerar los diversos aspectos de la moral, tomando como hilo conductor el lenguaje; en efecto, lo interrogativo, lo admirativo y lo imperativo son formas en que se expresan las exigencias y valoraciones morales. Veremos cómo, bajo la moral de interrogaciones propuesta aquí, hay una moral del futuro y una moral de admiraciones. Veremos también que no hace falta descartar todo lo imperativo, sino situarlo en su debido lugar.


Veamos cómo se refleja en nuestro lenguaje la manera de captar y vivir la moral. En las clases de ciencias predomina el lenguaje indicativo, por ejemplo, "S es P", "P es así o así"; pero en las de moral no es raro que abunde el imperativo, por ejemplo, “esto debe o no debe hacerse”. Si del "es" se deduce o no el "debe" es un tema del que están llenas las revistas especializadas de ética y análisis filosófico del lenguaje. Pero no es el imperativo la única ni la principal manera de referirse a lo moral.


Cuando alabamos la presencia de un valor moral o nos indignamos por su ausencia, expresamos lo moral en forma admirativa: "!qué ejemplo tan admirable!" o "!qué horroroso!". Leemos en el periódico que una persona se arrojó al agua y salvó la vida de un niño exponiendo la suya propia. Y reaccionamos diciendo: “!qué admirable!” Otra cosa es reconocer que quizás nosotros no hubiéramos sido capaces de hacerlo, o que el alabar una acción no implica que la podamos imponer a otros como obligación. Pero admiramos, en tales casos, la presencia de valores dignos de ser tomados muy en serio, admirados y alabados: son valores que nos humanizan. Leemos en el periódico que han violado a una niña de nueve años. Nos indignamos. "!No hay derecho! !Eso no se hace! !Qué horroroso!" Estamos en este caso expresando en forma admirativa la ausencia de un valor moral o la presencia de un antivalor que deshumaniza al que lo hizo y, de rechazo, repercute en la deshumanización de la sociedad en que vivimos. Estos ejemplos, u otros muchos que cada uno puede fácilmente aducir, nos ponen en camino de una moral admirativa en la base de la moral interrogativa propugnada en estas páginas.


Hay también una expresión de la moral en forma de aspiración, ideal o deseo. "!Yo también quisiera ser como ese que se arrojó al río para salvar a un niño!", decimos; quizás no nos sentimos capaces de hacerlo, pero lo desearíamos; o desearíamos, al menos, que no deje de haber en el mundo personas así. Es la expresión desiderativa de la moral. Cuando discutimos el caso de la violación de una niña y formulamos en términos generales nuestra reacción, decimos: "¡Eso no se debe hacer, no hay nada que pueda justificarlo y es evidente que no se debe hacer!" En este caso estamos expresando la moral en forma imperativa de obligación; lo hacemos de una manera comunicable a otros que esperamos coincidan con nuestro juicio.


Hay también una forma de expresión adversativa. Habíamos formulado el imperativo "no matarás" sobre la base de la admiración por el valor de la vida y la indignación por verlo a veces conculcado. Surge un caso de legítima defensa y matizamos: "Pero...a no ser que..." Y expresamos en forma adversativa un lugar para excepciones. Posteriormente se suceden nuevas experiencias. Vemos como, de hecho, la gente abusa de las excepciones; y nos vemos obligados a matizar de nuevo adversativamente: "Con tal de que se tengan en cuenta los aspectos, las condiciones o circunstancias siguientes..." Esta es la expresión adversativa, que juega un papel importante en la formulación y revisión de principios morales.


¿Dónde ha quedado la moral de interrogaciones que venía propugnando desde el principio? Tiene que ver con las demás formulaciones presentadas aquí. En efecto, nos interrogamos sobre cómo realizar lo que la moral admirativa y desiderativa expresaba; cómo evitar lo que se oponía a ella y cómo resolver los dilemas con que tropezamos en situaciones concretas en que, a pesar de tener un criterio de moral imperativa y adversativa, seguimos sin acabar de aclararnos y sin poder decidirnos. La interrogación abarca y engloba a las demás formas. En realidad, sería más exacto poner la moral admirativa en la base, la interrogativa en el método y la imperativa y adversativa en la reflexión posterior, en que se va acumulando la experiencia de cada logro y fallo en moral.


Todo esto nos remite a dos tiempos del verbo, el pasado y el futuro, que también tienen que ver con la moral. El pasado nos dice: "allí fallé, allí atiné"; y esa experiencia sirve de elemento de juicio para la próxima vez. El futuro nos dice: "probablemente eso o aquello ocurrirá" Desde los datos de prospectiva se nos remite a una ética de cara al futuro, en la que también juega su papel la interrogación: "¿Qué hacer para que cuando llegue ese futuro no nos sorprenda desprevenidos?".


Creo que basta esta enumeración para no absolutizar la moral imperativa, como si fuera lo principal o lo único; habrá que situarla en el contexto más amplio de una moral de interrogación, de admiración y de deseo, que es la que propugno al hablar de una moral del futuro y de creatividad. Lo contrario de este estilo de moral es lo que podemos llamar "moral de recetas". En los epígrafes siguientes trataré de mostrar la desproporción que se produce cuando estos dos estilos de moral, sin integrarse plenamente, aparecen juntos, como es el caso del Nuevo Catecismo o de la encíclica Veritatis splendor.

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